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Valeriano. 1862
Gustavo Adolfo Béquer, a los 26 años de edad, retratado por su hermano Valeriano.(Museo de Bellas Artes de Sevilla)
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Gustavo Adolfo Bécquer, máximo exponente de la poesía posromántica, nace en Sevilla un 17 de febrero de 1836, hijo del pintor José Domínguez Insausti, que firmaba sus cuadros con el apellido de sus antepasados de origen flamenco como José Domínguez Bécquer, y de Joaquina Bastida Vargas. Hijo y hermano de pintores, quedó huérfano a muy temprana edad y adoptado junto a su hermano Valeriano por su tío Juan de Vargas, pasa su infancia y adolescencia en Sevilla donde estudia humanidades y dibujo. En 1854 se traslada a Madrid con intención de hacer carrera literaria, aunque para poder vivir tuvo que dedicarse al periodismo. En 1861 contrajo matrimonio con Casta Esteban con la que tiene tres hijos. Junto a su hermano Valeriano, a quién estaba muy unido, hace escapadas a Toledo, donde escribe la mayor parte de sus Leyendas. La inmensa fama de Bécquer se debe sobre todo a sus Rimas, que no fueron publicadas hasta después de su muerte por encargo de sus amigos, que introdujeron algunas correciones en los textos y alteraron el orden del manuscrito original.
Gustavo Adolfo fallece un 22 de diciembre de 1870, probablemente de tuberculosis, o según algunos historiadores, tal vez de sífilis, con tan solo 34 años. El día de su fallecimiento coincide con un eclipse total de sol.
Entre sus últimos deseos, solicitó a su amigo, el poeta Ferrán, que quemase sus cartas personales y que publicasen sus versos. Opinó que «muerto seré más reconocido que vivo», y su premonición se cumplió.
Los restos de ambos hermanos yacen en Sevilla, donde fueron trasladados en 1913.
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Leonardo Gasser (1831-1892) Pintor italiano.
Obra del pintor italiano, Leonardo Gasser, (1831 – 1892)

Rima XX
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.
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waterhouse-rose
«El alma de la rosa» de John William Waterhouse.

Rima LXXXVI
La gota de rocío que en el cáliz
duerme de la blanquísima azucena,
es el palacio de cristal en donde
vive el genio feliz de la pureza.

Él la da su misterio y poesía,
él su aroma balsámico le presta;
¡ay de la flor si de la luz al beso
se evapora esa perla!
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Ofelia
«Ofelia» de John William Waterhouse.

Rima VI
Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga,

Símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.

Marie-bracquemond

Marie Bracquemond, de soltera Marie Anne Caroline Quivoron, fue una pintora, grabadora y ceramista francesa del siglo XIX. (1840 – 1916). Nació en la Bretaña francesa y desde muy pequeña demostró talento para pintar. Pronto empezó a recibir clases y se formó en el dibujo académico con el pintor Jean – Auguste Dominique Ingres, quién le consiguió trabajo haciendo copias por encargo en el Museo del Louvre.

En 1886, Marie conoce a Félix Bracquemond, grabador y ceramista y contraen matrimonio después de tres años de noviazgo, de cuya unión nace su hijo Pierre en 1870. Por mediación de Felix, Marie conoció a muchos pintores y llegó a establecer relaciones cordiales con algunos de ellos. Una vez en ese ambiente artístico, se introduce a su vez con los impresionistas, ella admiraba mucho sobre todo a Monet, y llega a participar con ellos en algunas de sus exposiciones. Según comentarios de algunos críticos contemporáneos, parece ser que su obra tuvo algún reconocimiento en vida de la artista, sobre todo en su primera época como academicista.

Pero a poco más pudo llegar Marie, a pesar de su talento y de ser considerada por algunos críticos como una de las tres damas del impresionismo, junto a Berthe Morisot y Mary Cassatt. Las criticas a su obra por parte de su marido, arduo defensor del formalismo academicista, fueron minando su autoestima y en aras a la paz familiar y cansada de discusiones, Marie dejó de pintar al aire libre para  pintar tan solo en su casa y su jardín, primero, hasta dejar definitivamente los pinceles ya en la década de los noventa, dejar de exponer sus obras al público y desaparecer de la escena artística. Mientras tanto, apartada ella y a la sombra de él, aumenta el reconocimiento al trabajo de Félix.

Su trabajo no obtuvo el reconocimiento merecido hasta tres años después de su fallecimiento, gracias al empeño de su hijo Pierre, que junto al amigo de la artista, el periodista, historiador y crítico de arte, Gustave Geffroy, órganizaron una exposición donde muestran al público noventa obras de la artista.

Desgraciadamente no podremos saber hasta donde hubiera llegado la evolución de su estilo en la madurez. En el tiempo que le tocó vivir, destacar profesionalmente era peligroso y subversivo y tuvo que sufrir el prejuicio social y lo peor de todo, los celos y envidias de su propio marido, también artista, que temía que el éxito de ella le hiciese perder brillo a él.

 

Cansada estoy de las sombras, dijo la dama de Shalott. 1916

La dama de Shalott es una balada del poeta inglés Alfred Tennyson basada en la leyenda Artúrica de Elaine de Astolat que vivía encerrada en la torre de un castillo sin poder mirar por la ventana por obra de un hechizo. Pasaba sus días tejiendo tapices en los que representaba lo que veía a través de un espejo que había colocado estrategicamente para ver el exterior. Sus vistas eran de Camelot, así que la dama recreaba en sus tapices las aventuras del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda. Un día el espejo le mostró el reflejo de Lancelot, lo que provocó en la dama un enamoramiento súbito, volviendose hacía la ventana para verle, aún sabiendo que eso la conduciría a la muerte antes del amanecer. Se partió el espejo en mil pedazos y voló el hilo por los aires; el hechizo se había desatado.
Elaine sale de su torre/prisión y sube a una barca que encuentra en el río y parte, arrastrada por la corriente, en dirección a Camelot, para llegar fría y ya sin vida.
El pintor prerrafaelita John William Waterhouse realizó tres obras representando a Elaine en tres momentos concretos: «La dama de Shalott» (1888) donde se ve a Elaine en una barca fluyendo en direccón a Camelot. «Cansada estoy de las sombras, dijo la dama de Shalott» (1915) que representa a la dama descansando un momento de la costura y observando el mundo exterior a través del espejo. Y, «En busca de Lancelot» (1894) representando a Elaine decidida a mirar por la ventana para ver al caballero que la ha enamorado.

La dama de Shalott mirando a Lancelot, John William Waterhouse, 1894

La dama de Shalott, 1888.

A ambos lados del río se despliegan
sembrados de cebada y de centeno
que visten la meseta y el cielo tocan;
y corre junto al campo la calzada
que va hasta Camelot la de las torres;
y va la gente en idas y venidas,
donde los lirios crecen contemplando,
en torno de la isla de allá abajo,
la isla de Shalott.

El sauce palidece, tiembla el álamo,
cae en sombras la brisa, y se estremece
en esa ola que corre sin cesar
a orillas de la isla por el río
que fluye descendiendo a Camelot.
Cuatro muros y cuatro torres grises
dominan un lugar lleno de flores,
y en la isla silenciosa vive oculta
la Dama de Shalott.

Junto al margen velado por los sauces
deslízanse tiradas las gabarras
por morosos caballos. Sin saludos,
pasa como volando la falúa,
con su vela de seda a Camelot:
mas, ¿quién la ha visto hacer un ademán
o la ha visto asomada a la ventana?
¿O es que es conocida en todo el reino,
la Dama de Shalott?

Sólo al amanecer, los segadores
que siegan las espigas de cebada
escuchan la canción que trae el eco
del río que serpea, transparente,
y que va a Camelot la de las torres.
Y con la luna, el segador cansado,
que apila las gavillas en la tierra,
susurra al escucharla: «Ésa es el hada,
la Dama de Shalott».

Allí está ella, que teje noche y día
una mágica tela de colores.
Ha escuchado un susurro que le anuncia
que alguna horrible maldición le aguarda
si mira en dirección a Camelot.
No sabe qué será el encamtamiento,
y así sigue tejiendo sin parar,
y ya sólo de eso se preocupa
la Dama de Shalott.

Y moviéndose en un límpido espejo
que está delante de ella todo el año,
se aparecen del mundo las tinieblas.
Allí ve la cercana carretera
que abajo serpea hasta Camelot:
allí gira del río el remolino,
y allí los más cerriles aldeanos
y las capas encarnadas de las mozas
pasan junto a Shalott.

A veces, un tropel de damiselas,
un abad tendido en almohadones,
un zagal con el pelo ensortijado,
o un paje con vestido carmesí
van hacia Camelot la de las torres.
Y alguna vez, en el azul espejo,
cabalgan dos a dos los caballeros:
no tiene caballero que la sirva
la Dama de Shalott.

Pero aún ella goza cuando teje
las mágicas visiones del espejo:
a menudo en las noches silenciosas
un funeral con velas y penachos
con su música iba a Camelot;
o cuando estaba la luna en el cielo
venían dos amantes ya casados.
«Harta estoy de tinieblas», se decía
la Dama de Shalott.

A un tiro de flecha de su alero
cabalgaba él en medio de las mieses:
venía el sol brillando entre las hojas,
llameando en las broncíneas grebas
del audaz y valiente Lanzarote.
Un cruzado por siempre de rodillas
ante una dama fulgía en su escudo
por los remotos campos amarillos
cercanos a Shalott.

Lucía libre la enjoyada brida
como un ramal de estrellas que se ve
prendido de la áurea galaxia.
Sonaban los alegres cascabeles
mientras el cabalgaba a Camelot:
y de su heráldica trena colgaba
un potente clarín todo de plata;
tintineaba, al trote, su armadura
muy cerca de Shalott.

Bajo el azul del cielo despejado
su silla tan lujosa refulgía
el yelmo y la alta pluma sobre el yelmo
como una sola llama ardían juntos
mientras él cabalgaba a Camelot.
Tal sucede en la noche purpúrea
bajo constelaciones luminosas,
un barbado meteoro se aproxima
a la quieta Shalott.

Su clara frente al sol resplandecía,
montado en su corcel de hermosos cascos;
pendían de debajo de su yelmo
sus bucles que eran negros cual tizones
mientras él cabalgaba a Camelot.
Al pasar por la orilla y junto al río
brillaba en el espejo de cristal.
«Tiroliro», por la margen del río
cantaba Lanzarote.

Ella dejó el paño, dejó el telar,
a través de la estancia dio tres pasos,
vio que su lirio de agua florecía,
contempló el yelmo y contempló la pluma,
dirigió su mirada a Camelot.
Salió volando el hilo por los aires,
de lado a lado se quebró el espejo.
«Es ésta ya la maldición», gritó
la Dama de Shalott.

Al soplo huracanado del levante,
los bosques sin color languidecían;
las aguas lamentábanse en la orilla;
con un cielo plomizo y bajo, estaba
lloviendo en Camelot la de las torres.
Ella descendió y encontró una barca
bajo un sauce flotando entre las aguas,
y en torno de la proa dejó escrito
La Dama de Shalott.

Y a través de la niebla, río abajo,
cual temerario vidente en un trance
que ve todos sus propios infortunios,
vidriada la expresión de su semblante,
dirigió su mirada a Camelot.
Y luego, a la caída de la tarde,
retiró la cadena y se tendió;
muy lejos la arrastró el ancho caudal,
la Dama de Shalott.

Echada, toda de un níveo blanco
que flotaba a los lados libremente
-leves hojas cayendo sobre ella-,
a través de los ruidos de la noche
fue deslizándose hasta Camelot.
Y en tanto que la barca serpeaba
entre cerros de sauces y sembrados,
cantarla oyeron su canción postrera,
la Dama de Shalott.

Oyeron un himno doliente y sacro
cantado en alto, cantado quedamente,
hasta que se heló su sangre despacio
y sus ojos se nublaron del todo
vueltos a Camelot la de las torres.
Cuando llegaba ya con la corriente
a la primera casa junto al agua,
cantando su canción, ella murió,
la Dama de Shalott.

Por debajo de torres y balcones,
junto a muros de calles y jardines,
su forma resplandeciente flotaba,
su mortal palidez entre las casas,
ya silenciosamente en Camelot.
Viniendo de los muelles se acercaron
caballero y burgués, señor y dama,
y su nombre leyeron en la proa
La Dama de Shalott.

¿Quién es ésta? ¿Y qué es lo que hace aquí?
Y en el cercano palacio encendido
se extinguió la alegría cortesana,
y llenos de temor se santiguaron
en Camelot los caballeros todos.
Pero quedó pensativo Lanzarote;
luego dijo: «Tiene un rostro hermoso;
que Dios se apiade de ella, en su clemencia,
la Dama de Shalott».
***
Alfred Tenysson. De la antología «La dama de Shalott y otros poemas»
Arte de John William Watherhouse.

 

En el Molino Rojo. El baile. Henri DeToulouse-Lautrec, 1889-90

En el Molino Rojo. El baile. Henri DeToulouse-Lautrec, 1889-90

En el barrio rojo de Pigalle en el boulevard de Clichy, al pie de Montmarte, en 1889 se inaugura el cabaret más famoso del mundo, inmortalizado por los dibujos del pintor y cartelista Toulouse – Lautrec, Le Moulin Rouge.
Cuna del can – can francés, este templo de la bohemia reunía y mezclaba en sus salas a todas las clases sociales.
Un enorme molino rojo en el exterior daba la bienvenida y adentro tenia una gran pista de baile y un pequeño escenario para la orquesta, ya que el espectáculo se desarrollaba por todo el local.

Henri de Toulouse -Lautrec (1864 -1901) nacido en el seno de una familia de la nobleza, padecía una enfermedad congénita que se manisfestó en una gran debilidad ósea, padeciendo roturas de huesos en ambas piernas, lo que le impidió crecer más allá de 1, 52 de estatura y llegandole a deformar los rasgos de la cara.

En 1882 se trasladó a París para comenzar su formación como pintor y en 1884 crea su propio taller, alternando su tiempo entre museos y galerías de arte y visitas a los cafés, circos y salas de fiesta, proporcionándole los temas predilectos para sus dibujos.
Los dueños de los cabarets, entre ellos el Moulin Rouge, le pedian que dibujara carteles para promocionar sus espectáculos, convirtiéndolo e inmortalizándolo en el cabaret más emblemático de París y tema preferido para sus pinturas durante una década.

Frecuenta a su vez burdeles y prostitutas a las que ve como seres marginales al igual que él, llegando a mudarse a vivir a un burdel. Toda esa fascinación por el mundo de la noche y la prostitución le hace pagar un precio muy alto ya que con el tiempo llega a contraer la sífilis que junto con la bebida empiezan a destruirle la mente.
Todo ese mundo de los suburbios que le gustaba frecuentar, de extravagancias y vicios que retrataba en sus obras, fue un refugio para Lautrec, que sintiéndose rechazado por la nobleza y por su propio padre, en el ambiente de Montmartre pasaba desapercibido pudiendo dar rienda suelta a su bohemia.

Los problemas con el alcohol derivaron muchas veces en depresiones y neurosis además de un grave deterioro de su ya delicada salud, por lo que su familia tuvo que internarlo en un sanatorio mental en 1889 para intentar solucionar sus problemas con el alcoholismo y llevarlo un tiempo después a la casa de su madre, donde murió en 1901 con tan solo 37 años, pasando a la posteridad como el artista que retrató la vida de París a finales del siglo XIX.
Por el contrario que el incomprendido Vincent van Gogh, Toulouse – Lautrec, llegó a vender sus obras y fue reconocido, aunque radicó más su popularidad como ilustrador que por sus pinturas al óleo. Sus padres, que nunca aceptaron su modo de vida y su trabajo, años después de su muerte, depositaron sus obras en un museo en Albi, lugar donde nació el ‘petit’ Lautrec.

Moulin rouge - La Goulue (1891) Cartel publicitario

Moulin rouge – La Goulue (1891) Cartel publicitario de Toulouse – Lautrec

 

La Goulue arrivant au Moulin Rouge (1892)

La Goulue entrando al Moulin Rouge (1892) Toulouse – Lautrec

Dos mujeres bailando en el Moulin Rouge. Lautrec

Dos mujeres bailando en el Moulin Rouge. Toulouse – Lautrec

Au Moulin Rouge (1892)

Au Moulin Rouge (1892) Henri de Toulouse – Lautrec

Baile en el Moulin de la Galette de Pierre-Auguste Renoir.

Baile en el Moulin de la Galette de Pierre-Auguste Renoir.

El barrio de Montmartre se asienta sobre una colina en la que antiguamente (siglo XVII) había unos treinta molinos de viento. Era una población de viñedos, trigales y pasto para ganado, independiente hasta su anexo a Paris en 1860. A finales del siglo XIX la mayoría de estos molinos habían desaparecido y apenas quedaban un par. Le Moulin de la Galette es uno de ellos, Molino de la torta o pan de centeno, ya que los dueños del molino ofrecian a los visitantes una pequeña galleta de harina de centeno que ellos mismos elaboraban, junto con un vaso de leche.

Con el paso del tiempo se fue industrializando la zona  y los dueños decidieron ampliar el negocio y convertirlo en un bar con sala de fiestas y jardines, un lugar lleno de encanto donde acudian a divertirse los domingos, pequeños burgueses, obreros, soldados y prostitutas, convirtiéndose pronto en el lugar preferido de artistas, pintores y escultores, poetas y músicos que habitaban estudios de las calles cercanas.
Tenia un salón para el invierno y con el buen tiempo se celebraban los bailes al aire libre.
Durante años, muchos prestigiosos artistas, músicos y escritores, vivieron en este animado barrio y Montmartre vive su época de esplendor, la belle époque. La bohemia frecuenta el  Moulin de la Galette y lo plasman en sus obras, Pierre-Auguste Renoir, Henri de Toulouse-Lautrec, Vicent van Gogh, Pablo Picasso, Ramón Casas y Santiago Rusiñol, entre otros.

Moulin de la galette de Henri de Toulouse-Lautrec.

Moulin de la galette de Henri de Toulouse-Lautrec.

Le moulin de la galette de Vincent Van Gogh.

Le moulin de la galette de Vincent Van Gogh.

Moulin de la Galette de Picasso

Le Moulin de la Galette de Pablo Picasso

Moulin de Galette, Santiago Rusiñol.

Moulin de La Galette de Santiago Rusiñol.

Au Moulin de la Galette de Ramon Casas.

Baile en El Moulin de la Galette de Ramon Casas.

Au_Moulin_de_la_Galette

«Au Moulin de la Gallete» es una pintura al óleo realizada en Paris en 1982 por Ramón Casas (Barcelona, 1866 – 1932) Célebre por sus retratos y precursor del cartelismo artístico en Cataluña.

Junto al también pintor Santiago Rusiñol y el critico de arte y pintor Miguel Utrillo, Casas viaja a Paris en 1889. En esa etapa retrata los mismos personajes que Toulouse – Lautrec en el legendario Le Moulin de la Galette (Molino de la torta), un molino de viento del siglo XVII y posteriormente convertido en cabaret con una sala de baile ubicado en pleno corazón de Montmartre, cuna de los impresionistas y la bohemia parisina del siglo XIX.

La modelo del cuadro es Madeleine Boisguillaume perteneciente a una familia burguesa que al quedar huérfana de padre trabaja como modelo de artistas, algo muy mal visto en esos años. Por eso la obra también es conocida como «La Madeleine»

Al igual que Manet, Casas se sirve de los reflejos de los espejos para hacer de fondo en algunas paredes. La falda de la modelo está inacabada, ya que el pintor tuvo que viajar a Barcelona por motivos de salud. Ramón Casas la retrata sentada en una de las mesas de la sala de baile, un barracón que se utilizaba en los meses de invierno, cuando hacía demasiado frío para bailar fuera, con un puro en la mano y una copa de licor sobre la mesa. Su mirada entre triste y celosa parece fijarse en la pareja reflejada en la esquina del espejo.
Los cafés son uno de los motivos favoritos de la pintura que se realizaba en Paris en los últimos años del siglo XIX y una temática ligeramente escandalosa ya que representaba ambientes y personajes poco recomendables.

Ocurrió por aquel entonces que Suzanne Valadon, cuya belleza atraía a muchos artistas de los que fue modelo y de los que aprendió técnicas pictóricas posando, era amante de Miguel Utrillo y solia montarle bastantes escenas de celos. Un día se oyeron tiros en el Moulin de la Galette y no era otra que Suzanne, celosa.

Y fue esa anécdota la que inspiró a Ramón Casas a pintar esta obra que para los burgueses de fines del XIX, era una representación realista de uno de los aspectos más sórdidos de este tipo de locales ya que las mujeres «decentes» no iban solas a los bares y no fumaban puros ni bebían alcohol, pero él llevaba varios años viviendo en Montmartre, frecuentando sus tugurios, conociendo a sus gentes y simpatizando con su modo de vida, natural y sin prejuicios.

El cuadro se encuentra expuesto actualmente en el Museo de Montserrat en el Monasterio de Montserrat. Barcelona. Sus medidas son 117 cm × 90 cm.

Nostalgia_de_Granada‘Nostalgia de Granada’
***

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

–Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
–Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
–Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
–Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
–Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
–¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

-Federico García Lorca- De su Romancero gitano, publicado en 1928.
***

Posiblemente uno de los romances más conocidos y bellos escritos por Lorca.

Una muchacha está esperando, en un balcón, a su amado, que es contrabandista y que huye, herido muy gravemente, junto a su compadre, el padre de la novia, de la guardia civil. Ella, tras esperarlo en vano, se ha suicidado arrojándose sobre el aljibe. Los hombres la encuentran muerta, y los guardias vienen a arrestarlos.

Plantea el tema del amor frustado que desemboca en la muerte y reúne los símbolos más significativos del mundo lorquiano. La repetida alusión al color verde ha tenido varias interpretaciones: Por un lado, el ‘verde’ lorquiano teñido de tintes trágicos, es el color de la muerte y del erotismo, según otros comentaristas está relacionado con el color de la piel de los gitanos o el verdín flotante del aljibe que refleja la cara aceitunada de la muchacha. Y esas ‘Grandes estrellas de escarcha’ ¡Qué manera tan bella de describir el fresco rocio de la mañana…O las ‘Trescientas rosas morenas que lleva tu pechera blanca’, qué bella metáfora y qué dimensión épica dan a las manchas de sangre de la herida del contrabandista.
En resumen, Lorca con su maestria en el manejo del lenguaje poetico, nos adentra en una atmósfera mágica y misteriosa, que no es otra cosa, sino la magia de la poesía.

 

Clavelina la gitana.‘Clavelina la gitana’

Gitana_con_granada‘Gitana con granada’

Bailaora_gitana.‘Gitana bailaora’
***

Pinturas de George Owen Wynne Apperley (Inglaterra, 1884 – Tánger, 1960)

Después de un matrimonio frustrado y dos hijos, su esposa no compartia su pasión por el arte, el viajó solo a España y se estableció en Granada fascinado por el ambiente de la ciudad, sus costumbres y bellas mujeres y será en Granada donde vivirá su plenitud artística y personal. Allí conocerá a Enriqueta Contreras cuando ella tenia tan solo 14 años y que se convertiria en su musa y compañera sentimental y con la que tuvo otros dos hijos, Jorge y Enrique.
Los interiores costumbristas de este pintor son auténticos documentos etnógraficos, durante las décadas de los años veinte y treinta trabaja los mismos estilos que Romero de Torres y seduce al público con sus pinturas de bellas mujeres andaluzas. Declarado monárquico, abandona España con la llegada de la II República y se tralada a Tánger, a partir de ese momento su vida trascurre entre las dos ciudades, siempre conservó su casa y estudio de Granada. Muere en Tánger en 1960 habiendo recibido el reconocimiento de toda la sociedad de su época.
***

Fuentes: Wikipedia y web ‘Cultura en Andalucía’

Una versión del Romance Sonámbulo por Ketama y Manzanita.

Bailaora-Flamenca-Museo-Sorolla‘Bailaora flamenca’ Joaquín Sorolla
***

La Carmen está bailando
por las calles de Sevilla.
Tiene blancos los cabellos
y brillantes las pupilas.

¡Niñas,
corred las cortinas!

En su cabeza se enrosca
una serpiente amarilla,
y va soñando en el baile
con galanes de otros días.

¡Niñas,
corred las cortinas!

Las calles están desiertas
y en los fondos se adivinan,
corazones andaluces
buscando viejas espinas.

¡Niñas,
corred las cortinas!

Poema de Federico García Lorca.
Alegrías_by_Julio_Romero_de_Torres
‘Alegrías’ Julio Romero de Torres
George Owen Wynne Apperley (1884-1960)George Owen Wynne Apperley (1884-1960)Spanish Dancer Louis Icart 1929Spanish Dancer’ Louis Icart, 1929.

Baile en una venta.Rafael Benjumea.1850
‘Baile en una venta’ Rafael Benjumea.1850

Pasó montado a caballo
cuando lo vi desde lejos,
el me miró de soslayo
bajo el ala del sombrero
y yo seguí por mi lado
cogiendo un paso ligero.
 
¡Ay madre como miraron aquellos ojazos negros!
 
Caireles de terciopelo
en el chalequillo corto,
estrellas en la mirada
que me deslumbran de pronto…
y es tanto el calor que siento
que sin querer me sonrojo.
 
Madre, ¡que su mirada me levantó aquél sofoco!
 
Notó lo que yo sentía
y se bajó del caballo
sin soltarse de la brida
para decirme un halago;
al requiebro y la sonrisa
sin pensarlo… yo me paro.
 
¡Y madre!, cómo latía mi corazón desbocado.
 
Era en la feria de Abril
cuando me invita, y le acepto
el ir montada en la grupa
de su caballo al paseo,
con mi traje de flamenca
y con mi flor en el pelo. ¡Que no sabes madre tú, como son sus ojos negros!
***

Poema ‘Feria de Abril’ de María Ángeles Asensio Val.
Natural de Teruel y criada en Andalucía, estudió bachillerato en el internado Santo Ángel de Sevilla donde se inicia en solfeo, piano, y poesía. Durante años, ha pertenecido al Centro poético José Hierro de Madrid, hasta que se trasladó a Córdoba donde se integra en la asociación literaria Wallada del Real Liceo de Córdoba.

Ha escrito y colaborado en varios libros, cómo: Antología poética, Con las manos en el semblante, Vigilia poética, entre otros.

Fuentes: Cordobapedia y Poetas Andaluces.

El piropo. Francisco Soria Aedo‘El piropo’ Francisco Soria Aedo

'Sevillana en su patio' Diego López, 1918. Museo de Bellas Artes de Sevilla.‘Sevillana en su patio’ Diego López, 1918. Museo de Bellas Artes de Sevilla.

 

Jesús Helguera. MéxicoObra de Jesús Helguera. México

 

Enriqueta con toca de madroños.George Owen Wynne Apperley.‘Enriqueta con toca de madroños’ de George Owen Wynne Apperley.

 

Danza gitana en la terraza. Zuloaga.‘Danza gitana en la terraza’ I. Zuloaga.

George_Owen_Wynne_Apperley_La_saeta

«La saeta» de George Owen Wynne Apperley, 1884 – 1960. Pintor inglés que vivió durante muchos años en la ciudad de Granada (Andalucìa, España)
***

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Poema de Antonio Machado. (Sevilla, 1875 – Francia, 1939)
***

Velázquez

«Cristo crucificado» de Diego Velázquez. Conservado en el Museo del Prado desde 1829

La saeta. Romero de Torres.
«La saeta» Obra de Julio Romero de Torres

Sevilla - Los nazarenos por Joaquin Sorolla.

«Sevilla – Los Nazarenos» Obra de Joaquín Sorolla

Gonzalo Bilbao Martínez.


Obra de Gonzalo Bilbao Martínez. Pintor costumbrista. Sevilla, 1860 – Madrid, 1938

Raquel Meller por Romero de Torres.
«Raquel Meller – Semana Santa» Julio Romero de Torres.